El Club del Hielo

Llevaba meses sintiendo que mi vida era un constante “on repeat” de responsabilidades, objetivos claros pero que al final hacen mi vida como dice Shakira, una monotonía. Un día abrí instagram y me topé con tinas, hielo y “el Club del Hielo”. Para mi era algo tan simple como lo que mencioné anteriormente: tinas, hielo, un trend. Un día me desperté con un mensaje de Vale, la PR de Camelbak con un “hola los queremos invitar al club del hielo”. Ese día no tenía mucho trabajo, mi hija pasaría el finde con su papá y me pareció un planazo. Siempre he sido muy hater de las experiencias de introspección, tal vez por lo que descubrí ese día. Toda la vida estuve muy consciente de que las emociones estaban conectadas directamente con nuestro cuerpo, pero también sé que vivimos en un mundo en donde todavía no se vale llorar o sentir más allá de enojo o felicidad.

 

Casa Versalles, una casa en la Roma en donde en cuanto puse un pié dentro me regresé a los 14 años, cuando mi vida entera era bailar ballet. Me urgía que apareciera un piano en uno de esos cuartos con techos impresionantes y pisos de madera.

Tarde.. como siempre, entro a un salón en donde veo a todos vestidos de negro ya sentados escuchando una presentación sobre ballenas.

Me siento y empiezo a entender un poco más de que estaban hablando. Bego, una mujer que con toda la convicción del mundo se lanzó al otro lado del mundo a nadar entre fiordos y perseguir un sueño, literalmente un sueño en donde las ballenas le llamaban con una intención que ella quería descubrir. De entrada no entendí nada pero nunca he sido de cerrarme a conocer la manera de ver la vida de otras personas.

Continúa la plática y de ballenas terminamos hablando de los beneficios de exponer tu cuerpo al frío tanto para liberar emociones como para la recuperación del cuerpo.

Realmente recomiendo adentrarse en ese mundo del frío porque a mi me cambió la vida. Comprendí un poco mejor algunas cosas que había estado sintiendo físicamente empezando porque me di cuenta que para tolerar el frío hay que saber respirar, primer reto al que me enfrento porque sí, aunque respirar es un mecanismo que haces de manera “automática” te aseguro que mientras me lees estás dudando de si lo estás haciendo bien o mal. “Panza, pecho, mente”, Bego repetía lo mismo y yo tomaba notas. Le di un traguito a mi café y continuaron las explicaciones de los beneficios del frío, la respiración y como el exponerte al frío te puede ayudar no solo a quemar calorías o acelerar la recuperación a nivel celular. Bego nos contó del life hack más grande de mi vida, el frío te ayuda a crear hábitos, si, porque cuando tu cuerpo entra en shock y se tiene que adaptar a la temperatura del agua tu cerebro se enfoca en poner a tu mente a respirar y antes de salir corriendo de la tina, esto sería el instinto actuando. Tu cabeza detecta que en cuanto entra en un momento de incomodidad lo primero que tienes que hacer es respirar, así activas tu parte racional y puedes aprender a controlar las emociones y las reacciones de tu cuerpo. Mi cerebro explotó en ese momento, le encontré sentido a muchas cosas inexplicables de mi forma de ser.

Bego dice “una inmersión de 3 minutos es suficiente para poder tener todos los beneficios del frío”, escuché esto y por dentro me reí, en 3 minutos yo iba a lograr conectar con emociones, sacar a mi mente de su parte instintiva, controlar el cuerpo, adaptarse al frío, quemar calorías, que mis células se recuperen y yo crear un hábito. Me termino mi café y paso a comer un snack sin azúcar, en ese momento yo me moría por unos pancakes pero aquí hay que hacer las cosas bien para no arriesgar el cuerpo a nada entonces… no azúcar y ni modo.

“¿Lista para las respiraciones? Son duras…” dice Amaya, en ese momento me asusté, “¿Cómo que son duras?”, “Sí, vas a ver”, Gon me dice “tranquila vas a estar bien”, la última vez que escuché a alguien decirme eso yo estaba a punto de entrar a un estudio para revisar en qué etapa estaba mi cáncer a los 14 años.

Me acuesto sobre un mat, negro, obvio. Empiezo a respirar como nos enseñó Bego, de repente siento como mi cuerpo empieza a sudar, mis manos se empiezan a contraer solas y de la nada me siento helada, me mareo pero continúo respirando, no me quería rendir, a los pocos minutos mis pulsaciones estaban muy bajas, llegaron a 42 ppm, lo que nunca había logrado ni durmiendo, comienzo a llorar de  manera instintiva y mi mente se traslada a una resbaladilla en el jardín de casa de mis papás, en donde pasé muchos momentos de mi infancia, una resbaladilla de metal roja y ahí estaba una niña de 6 años, sentada viéndome mientras de manera automática me acercaba a ella. Era yo. Alguna vez había intentado hacer el ejercicio de hablar con mi niña interior pero fue hasta ese día que lo logré. Las emociones aumentaron, no platicamos solo nos vimos y algo sanó. Algo se cerró y me desperté con un “Majo, no dejes de respirar”. Abro los ojos de golpe y era Bego. Me asusté porque la última vez que me pasó eso soñé que me salía de mi cuerpo, esta vez fue diferente, no me salí de mi cuerpo, más bien, conecté con lo más profundo de mi.

Terminó la sesión y no podía ni hablar, no podía creer lo que acababa de pasar y la manera en que solté absolutamente todo lo que venía cargando.

Llega el momento de demostrarme que puedo con todo. Acababa de regresar de hacer mi maratón número 7 y con muchas dudas de que tan fuerte mentalmente puedo llegar a ser, perdí un poco la confianza en mí misma y estaba en búsqueda de algo que me la regresara. Van los primeros, Vic y Gon se sumergen en la tina, Gon se ve como si nada, Vic tenía una expresión completamente diferente a la de Gon que se veía como un experto en el tema.

Salen de la tina y sin pensarlo Polly levanta su mano y junto con ella la mía. Intenté no pensar en absolutamente nada más que en la lección más grande que me llevé ese día “piensa en tu propósito”. Me paro frente a la tina y ya no veía una tina helada, veía un propósito, demostrarme que puedo, que puedo tolerar esos 3 minutos sin dolor, sin sufrir, aceptando la incomodidad y estando presente en lo que iba a vivir. Algo que me faltaba era aprender a estar, estar en todos los sentidos, no sólo ocupando un espacio, cuando digo estar me refiero a vivir, sentir y estar sensible a todo lo que pasa, observar y no bloquear absolutamente nada de lo que está sucediendo en ese momento.

Entro en la tina y empiezo a poner en práctica todo lo que Bego nos enseñó, empiezo a temblar y sentir como todo mi cuerpo se contrae, me concentro en relajar los hombros y recordar mi propósito cada vez que mi cabeza decía “salte”. El objetivo era claro, lo estaba logrando, sumerjo mi cuerpo completo en el agua helada, salgo y Bego me jala fuera de la tina. Lo logré. Nada dolía, fue un sentimiento de placer y superación inmensa, casi como la de cruzar la meta de un maratón. Estaba viva, estaba ahí, me regresé al día en que terminé mis quimioterapias y ese momento en que soplé las velitas de mi primer año limpia de cáncer. A ese momento en que escuche a mi hija llorar por primera vez, estoy viva.

Desde ese día de octubre, el mes en que las cosas bonitas pasan en mi vida, todos los días me levanto, me paro frente a la cama de la misma manera como me paré frente a esa tina. “Mi propósito hoy es…” la manera más bonita, simple y retadora de darle la vuelta a mi vida, porque si algo he aprendido es que nadie puede ser feliz cuando está en su zona de confort, un ser humano cerrado a sentir está condenado a morir en vida. “Life begins at the end of your comfort zone”. Si decides un día así como yo, abrirte a vivir experiencias tan simples pero tan locas a primera vista, el Club del Hielo es el espacio perfecto para hacerlo. Nos han enseñado a no sentir, a funcionar de cierta manera en que la vida se nos va rapidísimo, en donde contamos los días para que x o y pase.

Nos enseñan a que el proceso es algo mecánico y aplica para todos sin importar el contexto de las personas. A tal edad “tienes que” casarte, a tal edad “te toca” estudiar una carrera. Si no te acoplas a estos tiempos es un indicador de que algo anda mal. Gracias Club del Hielo, por recordarme que todos los días hay que levantarse con un propósito, perseguirlo y defenderlo. Por recordarme que los procesos son personales, que las emociones son tan poderosas que si las dejamos de lado no te permiten avanzar, a no tener miedo a demostrarme quién soy. Gracias por hacerme sentir tan viva, tan humana, tan sensible, tan interesante, tan diferente a lo que pensé que yo era antes de entrar en Casa Versalles y conectar con los recuerdos más bonitos y preciados que tengo de mi infancia. Gracias, por acercarme un poquito más a esa María José de 6 años que tenía tan abandonada. Más que una tina de hielos, fuiste el abrazo más frío y restaurador del universo.

https://www.instagram.com/begogarcia/?igshid=MWFteHRobjBncW9lZQ%3D%3D

https://www.instagram.com/elclubdelhielo/?igshid=MTR3Z20xcHFsbjkx

https://www.instagram.com/camelbak_mx/?igshid=MXI3cjJieW9hdG55cA%3D%3D

https://www.instagram.com/majo_azcoitia/?igshid=MW5xcDc2OTFnb3R3eQ%3D%3D

Sobre el Autor

Majo Azcoitia
Majo Azcoitia

Maratonista x7, sobreviviente de cáncer y amante de demostrarme que los límites y los miedos están para superarse.

Comunicóloga, maratonista y mamá de María.

Creativa y apasionada del Mkt.